Proyecto Orienta, acercamiento a la realidad segregadora de la industria

Los datos sobre salarios anuales señalan que en todos los grupos de ocupación la ganancia media de los hombres es superior a la de las mujeres y que entre salarios de mujeres es menor la distancia que la que se produce entre la distancia de los de los hombres

Decía Marina Subirats en su imprescindible obra, «Forjar un hombre, moldear una mujer» (Aresta, 2013) que necesitamos reinventar la educación y llevarla por el camino de la coeducación, de modo que las emociones y objetivos de las mujeres sean reconocidos en toda su importancia para la humanidad y tenidos en cuenta para construir la vida colectiva.

De la misma opinión es el politólogo estadounidense, Gary Gardner, contumaz defensor del medio ambiente, quien en una entrevista reciente afirmaba con rotundidad que la educación de las niñas es la inversión menos costosa y más efectiva contra el cambio climático. En su opinión, los países en los que las niñas no tienen acceso a la educación primaria y secundaria cuentan con una alta tasa de crecimiento de la población y una alta fertilidad. Sólo en África, advierte el entrevistado, una educación mejorada podría resultar en 1.800 millones menos de personas que las Naciones Unidas estima para 2050.

Ambos ejemplos deberían servir para ilustrar el beneficio que una educación completa, inclusiva, no segregadora desde el punto de vista de género, tiene para cualquier sociedad humana. Probablemente haya quien piense que las sociedades acomodadas, como la española, por ejemplo, hace tiempo que tienen superado tal objetivo y que son otros gobiernos, otras comunidades las que deben seguir luchando por tal logro. Pero no es así.

Un reciente e interesante trabajo realizado conjuntamente por las federaciones de Enseñanza y de Industria de Comisiones Obreras, no sólo desmiente tal suposición, sino que advierte de los peligros eminentes de persistir en el actual sistema educativo. El estudio, denominado Proyecto Orienta (CCOO Industria y Federación de Enseñanza. Diciembre, 2017), lleva un subtítulo que centra inmediatamente la cuestión: Segregación de género en el sector industrial: estrategias educativas y laborales. Porque en realidad de lo que trata es de provocar una corriente crítica lo suficientemente amplia que modifique el actual estado sociolaboral español.

Con este objetivo, las organizaciones  sindicales autoras del trabajo firmaron hace dos años un convenio de colaboración con un propósito nítidamente definido: propiciar un cambio del modelo económico a través de un cambio en el paradigma educativo. El trabajo, que se explicará a continuación, es el primer fruto de ese objetivo colaborativo.

Las autoras y autores de esta obra coral alegan en la presentación del trabajo que entre las causas diversas que las desigualdades económicas, culturales y políticas están produciendo en España se encuentra la persistencia de estereotipos de género, como la segregación ocupacional –concentración desproporcionada de mujeres en cierto tipo de ocupaciones y de hombres en otras- con las imposibilidades de inserción y promoción profesional que ello genera. De ahí que el objetivo general del trabajo sea identificar los factores que continúan reproduciendo a día de hoy la segregación horizontal por género en la industria española y las barreras que encuentran las mujeres a la hora de acceder a ocupaciones y sectores masculinizados, donde la segregación laboral sigue siendo muy importante.

Algunos datos demuestran que esta anómala situación no es únicamente una preocupación de algunas “ayatolás feministas” (Pérez-Reverte dixit) sino un problema social que requiere análisis y políticas activas de empleo: en 1988 se contabilizaban algo menos de 4 millones de mujeres ocupadas en todos los sectores de las actividades económicas, mientras que el sector industrial acogía a algo más de 600.000. Casi treinta años después, las mujeres han duplicado el número de incorporaciones al mundo laboral remunerado (8,5 millones en el año 2016). Sin embargo, las ocupadas en la industria son aproximadamente las mismas que hace treinta años. (La situación de empleo masculino en la industria presenta una situación similar, dado que aunque creció exponencialmente hasta 2008, la dureza de la crisis económica provocó un descenso muy acusado también).

Las mujeres ocupadas en la industria son aproximadamente las mismas que hace 30 años

En el caso de la CAPV, la situación no es  de menor segregación. Según la EPA 2015, a partir de datos del INE, las tres ramas de actividad en las que subdivide la actividad industrial de Euskadi (manufactureras, extractivas y construcción) los porcentajes de población femenina ocupada varía entre el 15 y el 17%. Es decir, menos de una mujer por cada tres hombres en la industria vasca.

Otro de los indicadores que muestra la desigual presencia de género en la industria la facilita la información sobre los salarios. En este caso, nuevamente, la desproporción es sangrante: los datos sobre salarios anuales señalan que en todos los grupos de ocupación la ganancia media de los hombres es superior a la de las mujeres y que entre salarios de mujeres es menor la distancia que la que se produce entre la distancia de los de los hombres.

A esta situación de segregación laboral se llega por diversos caminos; por ejemplo, el de la selección. El momento de acceso a una empresa industrial se convierte en una auténtico muro cuando falta transparencia y se carece de objetividad. Otro camino de obstáculos para el empleo industrial de la mujer –muy ligado al anterior, por cierto-  es la disponibilidad laboral y el persistente dilema de la conciliación. Mucho se está escribiendo sobre ambos asuntos, pero la realidad demuestra –tal y como aparece en el Proyecto Orienta- que estamos ante uno de los problemas centrales de las sociedades industrializadas: la desigualdad de los tiempos en las relaciones laborales.

El impacto de las TICs en el mundo laboral ha sido de tal calado que el factor tiempo se ha convertido en un elemento clave para gestionar y movilizar la fuerza de trabajo. Y aquí, la desigualdad de género cobra una especial importancia, tal y como señalan los diagnósticos,  en  la utilización desigual del tiempo que dedican hombres y mujeres a la vida personal y familiar y la propia política de las empresas, reacias a incorporar medidas que favorezcan la corresponsabilidad, mientras que favorecen la ausencia de las mujeres para atender necesidades familiares.

Por todo ello, es más necesario que nunca una modificación de las relaciones laborales, que desde el punto de vista sindical pasa inexorablemente por la intervención activa en el diseño, negociación y aplicación de los planes de igualdad, así como en la formación profesional de los y, fundamentalmente, las trabajadoras de este país.

El Proyecto Orienta, una vez analizadas las causas de la segregación laboral, ofrece un catálogo preciso de propuestas que pretenden reducir el impacto que la brecha de género laboral presenta hoy en día, especialmente en el sector industrial. Propuestas para las Administraciones Públicas, (Plan integral para favorecer la igualad efectiva entre mujeres y hombres que complete lo recogido en la Ley de Igualdad 3/2007, incremento de los incentivos a empresas para favorecer todo lo referente a los citados planes, así como un mayor control para las empresas incumplidoras, o la facilitación de la conciliación familiar); propuestas para las empresas (mayor compromiso de las direcciones –excesivamente masculinizadas-, incorporación de la mujer a puestos de mayor responsabilidad); y propuestas para el conjunto de trabajadores/as de este país, a través de sus representantes sindicales (garantizar la transversalidad de género, reorientar los procesos de negociación de los planes de igualdad,…).

Todo un reto para una sociedad como la española con déficits evidentes en cuanto a igualdad de género en el sector industrial. Como sigue siendo un reto la formación laboral, una vez introducido el y la trabajadora en el mercado de trabajo.

Tal y como señala el Proyecto Orienta, se puede calibrar la segregación de género también atendiendo al perfil de formación en el que hombres y mujeres participan, a partir de datos extraídos de estadísticas de Formación para el Empleo entre los años 2006 y 2017. Si se trata de los primeros, las características de esa formación atiende a claves como informal, de corta duración, financiada por la empresa y relacionada con el empleo actual; la formación de la mujer, sin embargo, responde a valores claramente diferentes: es formal (impartida en centros de FP), de larga duración (en la mayoría de los casos, superior a un año), autofinanciada –en demasiadas ocasiones, distinta a las empresas- realizada tanto por intereses personales como de empleo y con expectativas de futuro –ajena, por tanto, en ocasiones al propio empleo que desempeña en ese momento-. De todo ello se deduce un listado de sugerencias desde Orienta que tienen como principales destinatarios las instituciones públicas y las propias empresas. En ambos casos, destaca por encima de todas la financiación de planes de formación sectoriales en igualdad de oportunidades.

Reconocer la situación de desventaja que tiene la mujer al llegar y al adaptarse al mundo laboral –especialmente al industrial- no  es suficiente para solucionar el problema, si es que no se acude al análisis del verdadero origen del mismo, donde empieza la segregación: la sociedad – la persistencia de estereotipos hondamente arraigados- y la educación recibida –en su doble vertiente de reproductora de muchos de los tics sociales, a la vez que transformadora de las desigualdades recibidas. Compromiso para el siguiente artículo.

Fuente : www.eldiario.es 09/01/2018